Siento la necesidad, mujer,
de escribir un poema
y llegar hasta el fondo del ocaso
y dejar allí prendidas mis estrellas.
Hay una libertad indescriptible
que expele un suave olor a primavera.
En el estanque sombrío de la vida
puedo sentir mi sed eterna.
Se iluminan los párpados del tiempo
al sentir el contacto de una queja.
Es mi corazón, mujer, mi corazón...
Óyelo, mujer, te abre sus puertas...
Un ligero brillo gotea en tus ojos,
pero no entras, mujer, pero no entras...

© 2001-2006 Andrés Navarro Herrera