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En mi soledad te vi, como una sombra, sigilosamente entrando en mis retinas, como el aire que de pronto me alcanza y suavemente mi espíritu acaricia... Sólo podía ser de noche, como siempre, como otra de mis estrellas tan queridas, apareciendo con tus manos tan hermosas abiertas ofreciéndose a las mías... Y el mar, dando voces a lo lejos, llamándome de nuevo a la vida... En mi soledad te hablé, como en un sueño, con palabras que del alma me salían, y te sentí escuchando silenciosa, fiel, expectante, enternecida... No podía ser de otra manera, con la luz del sol que amanecía, dándome las fuerzas que añoraba, que en el silencio gris se me perdían... Y el mar, dando voces en tus ojos, llamándome a mí con tu sonrisa...
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