|
|
 |
 |
|
|
|
|
Las campanas sonaban para mí y aquellos días lloraba mi libertad. Mi sonrisa se agrandaba en mis poemas, pero añoraba tus brazos, soledad... Mil espumosas burbujas se esparcían buscando el aliento de la eternidad, pero la locura inundó mi lago inmenso y se fue para siempre sin pensar en regresar. Mis pies soñaban correr de puerta en puerta y gritar eternamente: ¡Tierra sobre mi mar! Pero temblaron los espíritus de mi noche y volví a echarte de menos, compañera soledad... Hoy mis manos se adormecen complacidas en el hueco de otras manos, de otra paz... Mi cabeza se recuesta, tranquila y llena, donde el agua sueña eterna su cantar. Mis oídos se funden buscando risas, esas risas que me empujan a caminar y caminar. Hoy mi corazón vive sobre mi verso para hablar a las piedras y compartir mi pan. Hoy no te echo de menos, eterna compañera, aunque esté abierto el que fue nuestro hogar...
|
|
|
|
|
 |
 |
|
|