Te encontré, porque te busqué,
un día de mi vida indefinido,
y te estreché tus manos temblorosas
y te dije, como en silencio: ¡Amigo!
Te contaba mis eternos sueños
y mis versos te leí, aquellos versos sencillos...
 ¡Te señalaba el cielo tantas veces!
-¡Mira!-te decía-¡Qué temblor desconocido!
¡Te dije tantas veces que sus estrellas
conocían y guardaban tu camino!
Te hablé de mis locuras inquietas,
de mis poetas y versos preferidos,
de aquellos corazones nocturnos
envueltos en un halo amanecido...
Y tú me escuchabas y yo te escuché
cuando tu alma asemejaba un libro
abierto... ¡Y llegué a tu corazón!
¡Cuántas palabras tan llenas de sentido!
Parecían profundas y lentas explosiones
que llenaban las arcas del infinito...
Hoy me siento libre, como siempre quise,
y tú, volando a mi lado, estás conmigo...

© 2001-2006 Andrés Navarro Herrera