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Te encontré, porque te busqué, un día de mi vida indefinido, y te estreché tus manos temblorosas y te dije, como en silencio: ¡Amigo! Te contaba mis eternos sueños y mis versos te leí, aquellos versos sencillos... ¡Te señalaba el cielo tantas veces! -¡Mira!-te decía-¡Qué temblor desconocido! ¡Te dije tantas veces que sus estrellas conocían y guardaban tu camino! Te hablé de mis locuras inquietas, de mis poetas y versos preferidos, de aquellos corazones nocturnos envueltos en un halo amanecido... Y tú me escuchabas y yo te escuché cuando tu alma asemejaba un libro abierto... ¡Y llegué a tu corazón! ¡Cuántas palabras tan llenas de sentido! Parecían profundas y lentas explosiones que llenaban las arcas del infinito... Hoy me siento libre, como siempre quise, y tú, volando a mi lado, estás conmigo...
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