Tenías una cruz clavada en tu sonrisa
y una piedra gris entre tus dedos.
No sabías qué hacer ni qué decir...
El arroyo transparente de tus ojos negros
era sal de lucha e indecisión.
Y una voz clamaba desde el universo...
Paralizada ante la reja oscura,
dormitaba la cometa verde del prisionero
que yace en una cárcel de tu alma,
que de vez en cuando suspira en silencio.
Amanecía y la luz se hacía en la calle
y una voz clamaba desde el universo...
Y comenzaste a alzar la cabeza,
apoyando tus rodillas en la rigidez del suelo.
A tu espalda sonaron tus canciones favoritas,
perdidas hace mucho en tus recuerdos.
Pudiste entonces llorar como un rayo blanco.
Y una voz clamaba desde el universo...
© 2001-2006 Andrés Navarro Herrera